jueves, 14 de junio de 2012

La época primitiva del baile flamenco, 1850

La Pepa Vargas, danseuse espagnole, 1854. Giraud
De regreso de Albuquerque el Afinador creyó (¡Qué iluso!) que la última entrada dedicada a la soleá de Pepa Vargas (así como la entrada anterior dedicada a la jeliana) iban a tener una mejor acogida entre los aficionados a las noticias antañonas. Si bien las visitas al blog son numerosas tan solo hemos recibido un comentario desde Gines (gracias Mª Carmen Gª Franconetti). No obstante no les quepa la menor (ni sol mayor) duda que otros 'investigadores' la usarán para diseñar sus teorías dentro de poco sin citar dónde la han encontrado. Otra noticia reveladora como fue la dedicada a la Escordatura en 1800 no ha tenido apenas comentario. Ya vendrán diciendo aquello de que 'ellos ya lo sabían'. Ocurre con demasiada frecuencia. El indicar siempre el periódico o libro donde se halla el dato da pie a que venga otro diciendo que ya lo conocía. Es lo más común. El huevo de Colón. A algunos solo les interesa una noticia si la encuentran ellos mismos: 'vanitas vanitatis', y jamás se rebajan a comentar, aunque hallemos más tarde los datos en sus escritos sin reconocer que supieron de él a través de los pocos blogs que nos dedicamos a estos menesteres y de las publicaciones que venimos haciendo desde hace 20 años. País.
La crónica de una bolera como la Pepa Vargas bailando por soleá en época tan temprana viene a confirmar una vez más como lo bolero es el antecedente más claro de lo flamenco; y que las boleras y boleros de la primera mitad del siglo romántico fueron los predecesores de la escuela flamenca. Aun hoy son muchos los que niegan el apelativo flamenco a aquellos artistas que triunfaban en los teatros creyendo que para ser flamenco hay que tener los calzones rotos.
Eran los años de la Pepa Vargas y La Nena Perea, de Petra Cámara, Dolores Serral y La Guy Stephan quien, al igual que la Elssler, aprendía el jaleo de Jerez y la Cachucha llevando estos bailes de pura cepa andaluza por los teatros de Europa y América. Eran los años madrileños en que la empresa del Teatro del Instituto capitaneado por Antonio Ruiz rivalizaba con la compañía coreográfica dirigida por Carlos Atané, que actuaba en el Teatro de la Cruz, La Nena bailaba el Ole en el Instituto y el mismo baile lo recreaba la Vargas en el otro coliseo. Mientras Petra Cámara estaba en Príncipe y la Guy Stephan en el Circo.
Todo esto nos recuerda los tiempos, hacia 1760 (casi un siglo antes), cuando los seguidores de Mariana Alcázar competían con los de María Ladvenant, la época de los 'chorizos' y los 'polacos', aquellos 'clubs de fans dieciochescos' que apoyaban a las compañías residentes en los coliseos del Príncipe y La Cruz respectivamente, sitos en la madrileñas calles del mismo nombre.
Aun estaban por llegar los años de la Cuenca, Rosario Monge 'La Mejorana', Gabriela Ortega, La Macarrona, La Malena y Pastora Imperio, pero sin duda en esta época se daban los 'pasos' necesarios para que unas geniales gaditanas, jerezanas y sevillanas diesen en la diana con su baile arrebatador.
Traemos un programa de la compañía de Atané que podría servir de modelo de cómo de 'pre-flamencas' eran aquellas funciones en 1851 (el amigo Gerhard Steingress dio buena cuenta de todo esto en sus escritos, principalmente en 'Y Carmen se fue a París', Almuzara 2006. Gerardo es un magnífico investigador que ha dedicado más de 30 años al flamenco, y ha acabado abandonando por el casi nulo caso que le han hecho. Eso si, los datos que encontró aparecen en todos lados sin que apenas se cite la fuente).
Diario Oficial de Avisos 5/11/1851
Los panaderos de la Viña (nunca hasta el momento habíamos encontrado la versión 'caletera' de las populares seguidillas de los panaderos), La Sandunga (baile coreográfico que sería pa verlo. Con semejante nombre nos hacemos la idea de lo mulatón que sería su acento); Bolero de la Gracia y Seguidillas gitanas bailadas por la señorita Romero La Cuchillera (otra de las bailaoras primitivas del género); el Jaleo del 'alza pilili' con Atané, La madrileña y el Jaleo de la sal de Andalucía, a tres. Y cómo no su fin de fiesta y todo por dos reales. ¡Qué tiempos!
A continuación un artículo de Narciso Díaz de Escovar sobre estas y otras bailarinas-bailaoras que publicó Blanco y Negro el 27 de enero de 1927