martes, 3 de diciembre de 2013

¿De la India o de las Indias?

Cuando asistimos a los encuentros, cada vez más numerosos, entre flamencos y sus abuelos: indios, gitanos, egipcios, turcos, marroquíes, iraníes, japoneses y demás orientales, siempre salimos diciendo: tienen cosas en común pero, la verdad, poco se parecen.
Sin embargo, cuando hacemos el mismo ejercicio de sana fusión con el joropo venezolano (foto Paco Peña), el bambuco colombiano, los sones mexicanos y cubanos, las cuecas chilenas y los cientos de géneros de la música popular hispana observamos como están mucho más emparentados con lo flamenco que los aires orientales, que si bien casan algo con el cante, en compás y guitarra casi nadita.


Es natural que así sea, pensamos, son nuestros descendientes. Pero a la hora de mezclar preferimos los ascendientes. Entre tanto no somos capaces de asimilar que las Indias también nos enseñaron a componer en flamenco. Nos hemos olvidado.


Sólo cuando nos juntamos con los primos de América vemos el flamenco crecer en campo fértil. El cajón peruano y el tres cubano son testigos. Cuba, México y Argentina han dado hasta estilos al flamenco. Con Oriente nos limitamos al bordón modal y a los tanguitos, en Occidente está la sal.

Menos mirar al mar y más al océano. No sé si me explico.