lunes, 1 de diciembre de 2014

América en el Flamenco

Decía Ortega que España, en 1915, era la única nación europea que no tenía una política exterior con América. Esto podría ser debido al cabreo, que aun nos dura, de haber perdido el imperio colonial que durante siglos situó la cultura española en la vanguardia.

Ese descomunal enfado ha provocado la negación de cualquier rastro americano en la cultura de la metrópoli. En el flamenco, lo llevo publicando desde hace veinte años, esa influencia es reconocida como exótica, cuando en realidad se trata de la piedra angular de esta música. Sin lo americano el flamenco simplemente no hubiese sido. No olvidemos además que América la hicieron los europeos con los africanos y los indígenas.

La flamencología si que ve con buenos ojos toda influencia que venga del este, ya sea griega, romana, húngara, egipcia, visigoda, mora en general, y por supuesto india. Ahí no suele haber discusión. Ahora bien, si nos remontamos al siglo XVI vemos más clara la raíz americana de lo que tres siglos después se dio en llamar flamenco. Por algo el cajón es afroperuano y no indio.


En el uso cada vez más frecuente de los acuerdos (acordes) a través principalmente de los bajos de danza, canarios, vacas, pasacalles, folías, zarabandas, chaconas, puso la base. Estas cadenas de acordes sostenían la gran novedad de aquel tiempo, la improvisación, impulsando a su vez la cristalización de los modos armónicos, mayor y menor. Sobre un bajo ostinato (cadena que se repite) la fantasía vuela con libertad y de ahí nacerá la ópera, el concierto, la suite. En mi opinión América es la principal causa de esa revolución que vivió la música a partir de 1493, tras la primera vuelta.

El compás, mejor dicho, la barra de compás, vino a sustituir de una vez por todas el sistema de proporciones que hasta entonces imperaba en la escritura musical. Creo que en la evolución hacia los compases numerados y la barra divisoria tuvo mucho que ver el hecho de que, como escribió Stefan Zweig, en diez años se descubriera más que en mil.



papelesflamencos.com/2012/08/60-anos-sin-tomas-pavonl
La melodía es otro cantar. Ahí veo menos raíz y más novedad. Acompañamiento americano para una melodía romántica, propia del XIX, inspirada en las tonadas populares andaluzas condimentadas durante siglos con el mestizaje cultural más exquisito. Recreación de melodías agitanadas (Steingress) para dar forma a un repertorio descomunal que abarca múltiples variantes de expresión musical, con un elemento en común, el jipío individual, los tercios ligados con un aliento, el belcanto andaluz, forjado con esencias de la música tradicional.

El flamenco sería entonces música aflamencada. Los modelos más conseguidos la soleá y la seguiriya por una parte y la malagueña por otro. El tango es el último en incorporarse al festín. Después, respondiendo a la demanda del público, se exploran todo tipo de variantes locales que vienen a enriquecer un repertorio que hacia 1922 está casi completo.

Asentado sobre cimientos americanos los flamencos imaginaron una forma de cantar queriendo rememorar ancestros orientales, logrando un lenguaje melódico que, mediado el XIX, se comenzó a reconocer como flamenco. Forjado al gusto del consumidor, no olvidar esto, como cualquier arte, gustar al que paga, ahora y siempre. Otros poniendo voces arcaicas quieren hacernos creer que son antiguos, puros. Quien crea que el jazz es África en América se equivoca, en realidad es África hecha para los Europeos en América.

En el principio fue el cante, acompañado por la guitarra 'atlántica', y por fin el baile, adaptando las reglas del bolero a la nueva música, el flamenco.