lunes, 28 de diciembre de 2009

Playeras y polos con su aquel sano

Este folletín apareció el 13 de junio de 1841 en el diario gaditano El Nacional, se titula 'Playeras a Nuestra Señora del Carmen', y creo que tiene mucho interes, ya que describe una juerga donde se canta por seguiriya (playera) y por soleá (polo) con motivo de la faena que un torero debe realizar al día siguiente. Protagonistas la Tía Baltasara, una morena y una rubia, hijas del pueblo de Cadiz. La gitana se excusa por el jolgorio ante un concejal que sale a patrullar por el barrio alto gaditano de Santa María. Extensa pero jugosa, y para pasar estos días ideal. En negrita los palabros flamencones. ¡A gosar!
No hay mal que por bien no venga. A veces la asenderada y disgustada vida de un concejal tiene sus solaces. Cuando yo lo era allá en mi tierra, salía algunas noches de patrulla con los muchachos (ya sabrán ustedes que los muchachos son los nacionales: a estilo de tropa y de capataz contrabandistas) para suplir por los barrios altos la falta de serenos; porque quiero que se sepa que en mi tierra están los serenos tan claros como las pagas de la provincia gaditana. Paisanitos, ¿sabéis cuántos serenos hay aquí? Sesenta, regimentados y reglamentados de forma que puede cualquiera llevar onzas de oro en la mano sin temor de que se las quiten, como me decía la otra tarde uno de los señores alcaldes, entusiasmado con su tropa nocturna y veladora. Ya entendéis porque os digo esto.
Pues como iba diciendo lo otro, recorriendo las calles altas donde suele aposentarse gente extraña, holgazana y sin hogar, hacia el lado donde viven los calós y frente donde entierran a los que mueren, (¡rara vecindad para gitanos!) oímos bulla y zambra, y enderezando allá los pasos nos acercamos recatadamente a la puerta del casuco, como lo han de costumbre las patrullas. Frente por frente de la puerta y contra la pared se veía una mesa cubierta con un abigarrado tapete de faralaes; sobre ella un cuadro a estilo de cornucopia, dorado y circundado de flores del tiempo: el cuadro contenía, a lo que después se vio, una virgen del Carmen; a los lados ardían dos mariposas y clavado en la pared un mugriento candil. Un gran jarro de vino campeaba más que el cuadro de la virgen, y proveía una desboquinada taza que corría de mano en mano por la rueda que los gitanos hacían en derredor de la mesa, entre ello se distinguía por su aseado y especial trage y su ascendiente, un mozo corpulento, de semblante abultado y resuelto ademán; a su diestra, y apoyando su costado sobre las piernas del mancebo, estaba una mozuela atezada, de zahíno y agraciado mirar, dientes blancos y garboso talle. Concluida la mano de trago, siguió la tanda de playeras, que empezó por la tía Baltasara que tenía fama de haber cantado de lo lindo. Siguió una moza rubia, pecosa y chata. Al verla dijo uno de los muchachos, el diablo me lleve sino anduvo algún inglés en el negocio. La voz áspera y cortada, y el poco salero con que cantaba vino a acreditar la maliciosa ocurrencia del nacional.
Tocole la tercera copla a la mozuela zahína que salió con gallardía y dulzura, alborotando el cotarro y descomponiéndome la patrulla. ¡Qué palmadas! ¡qué piropos! ¡jui que pico! ¡déjala no la mates!
Y al mancebo que estaba a su lado se le caía una baba del tamaño de una anguila. No pudo concluirse la copla; sonó un fusil en el empedrado, escapósele un ¡ole salero! al sargento, y la tía Baltasara nos columbró.- ¡Muchachos callarse, la justicia! - Todos se levantaron.- ¡Vaya, entre usté señó regió! Aquí estamos en una diversioncita lícita y honesta sin ofender a Dios ni al diablo. Mirusté padrino, este muchacho ha venio con el señó Juan Ialgo, va a salir mañana a la plaza, y nos an contao que los vichos son muy bravos, y estamos aquí haciéndole una fiestecita a la virgen del Carmen pa que su majestá lo saque en palma. Aquella mocita que estaba cantando es su prima y su novia; pero mirusté señó regió, tiene un pico... - Vaya siéntese su mercé un poquito, y le cantará un polo que hace llorar las piedras.
Gracias tía Baltasara; pero ya ve usted que no es justo encomendarse a la virgen de esa manera.- ¡Ea callusté, señó! No vusté que nosotros vamos con nuestro aquel sano, y la merecita mía del Carmen lo que quiere son corazones.- Sin embargo, ya es tarde los que no vivan aquí que se retiren a sus casas; usted cierre la puerta y acábese ya esto que están ustedes alborotando el barrio.
Disipose la reunión, y yo seguí mi ronda meditando sobre el abuso que puede hacerse de la religión; me acordé de la alocución del papa Gregorio XVI, de los diputados unitarios, y de todos lo que para disculparse de un abuso ó de una falta, dice que lo han hecho con su aquél sano.
A.G.

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