Con este título Ramón de la Cruz (1731-1794), el más prolífico de los saineteros del siglo XVIII, escribió uno (176?) para las compañías de los teatros de la Cruz y del Príncipe, coliseos donde se cantaba, tocaba y bailaba lo más castizo de las Españas. A lo largo de ese siglo, y siguiendo el tema de la entrada anterior, se llamaban fandangos, al género musical (menor y bailable), y también a un particular tipo de reunión festiva, también llamados bailes de candil.
El sainete comienza con la Mariana animando a la Bastos a entrar en el fandango de su prima que es de los mejores de Lavapiés. El relato tiene interés, sobre todo cuando habla de que los bailes en casa de su prima tienen 'guitarra, violín y bandurria, y toda llena de asientos la sala y no es como en otras partes, que convidan con fanfarria a los fandangos y luego son cuatro descamisadas y dos pares de piojosos que ninguno tiene gracia para tocar un instrumento...' (leer mejor el manuscrito).
Lo único que se baila en el sainete en cuestión son seguidillas, género que reinaba a sus anchas en este repertorio, no hay rastro de fandangos. Para Ramón de la Cruz un fandango era sobre todo un baile de candil, locales nocturnos donde se cocía a fuego lento lo que un siglo después se empezará a llamar flamenco.
Enrique Granados escribiría en 1911 con este título uno de los números de Goyescas (oído al compás abandolao con el que se acompaña en el video de youtube, más propio de los fandangos cantables del XIX y el XX, que de aquel del XVIII). También hay un fandango llamado del candil que se canta y baila a lo bolero pero cuya música es sin duda alguna del XIX, con el cantable.
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