En Granada hubo un concurso que prentendíó salvar de la 'quema' los cantes esenciales por mor de la denostada 'ópera flamenca'. Los bienintencionados Falla y compañía pretendían que el pueblo llano cantase piezas artísticas maceradas durante siglos para que el público apreciase su primigenia verdad. El fracaso fue total. Se 'olvidaron' de que el cante flamenco, jondo, gitano, andaluz o como quiera llamársele, era obra de artistas, generalmente profesionales, y al no poder concursar éstos últimos por así prohibirlo las bases del citado concurso la empresa fracasó.
Si no hubiese caído la lluvia que pasó por agua la sesión más prometedora, sin embargo los ecos de aquellos cantes pronto se desvanecieron ante el sólido repertorio que en aquellos mismos años obtenían Pastora, Chacón o La Argentinita en Madrid y toda España. Algunos estilos los recuperará Perico el del Lunar en su fabulosa Antología de 1954 y Mairena en su colosal obra.
Traigo tres momentos de la prensa de entonces que pueden servir de muestra de lo allí ocurrido. Primero una crónica del día de la tormenta que apareció el 15 de junio de 1922.
Un fragmento del artículo que Manuel Machado publicó en La Libertad el 17 de junio donde hace la suprema distinción de su padre Demófilo, la diferencia entre el cante jondo, gitano y puro, y el cante flamenco, mixtificado: 'de lo flamenco a lo popular hay, por lo menos, tanta distancia como de lo popular a lo erudito'. Se muestra más adepto al jondo que al flamenco y llama la atención sobre cómo los extranjeros 'han de hecho la flamenquería el prototipo de lo español'.
Un mes después, el 14 de julio, el mismo diario madrileño publicó la contestación de Antonio Zozaya 'Caldereta' a Machado. Sin conocer el género flamenco, según sus palabras, traza una visión creo que muy acertada de lo qué es el cante, diferenciando claramente entre los cantos regionales de Fulano, Mengano, Zutano o Perengano, y el cante flamenco, cuando éste lo interpreta un artista como Chacón o Manuel Torre. Confirma el consabido fracaso del certamen, se refiere al problema de que concursen profesionales o no, y con buen criterio opina que 'los cantos regionales tienen para mi un encanto inefable, sean de donde fueren; pero me parece que se ha tratado en esta ocasión con excesiva injusticia al 'cante' y al baile de tablado. Cierto que alguna vez pecan de afectados y groseos; pero, en general, me parecen más cabales y completos que los de los cortijos'. Los que a ellos se dedican no son meros aficionados, sino verdaderos artistas y pretender menospreciarlos viena a ser como empeñarse en anteponer el mérito de un pianista de oído a Rubinstein y el de una niña aprendiza de seguidillas a la Argentinita o Lolita Baldó'. Léanlo entero que tiene miga.
A partir del concurso granadino el cante crudo comenzó a tener más y más adeptos hasta que Molina y Mairena pusieron las bases de la razón incórporea superponiéndola al cante verdad que dijo Manuel Barrios, aquel que diera forma y categoría al género flamenco: un repertorio clásico del que hoy disfrutamos los aficionados, que ni es payo ni es gitano, es mucho más que esa artificial diferencia que reduce el paraíso del mestizaje que es Andalucía a un división racial imposible.
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