Manolo de Huelva y Pilar López |
En el palacio de Las Dueñas, una de las más suntuosas y características residencias sevillanas, propiedad de los Alba, se celebró una fiesta andaluza con la espuma de la flamenquería*. Ahí tienen los nombres, tres años después del concurso granadino, la bendita época en la que del flamenco se valoraba ante todo la música y el baile, más allá de elucubraciones etnológicas y otras lindezas.
La Época 24/4/1925 |
Dos sevillanos (cante), tres de Jerez (cante y baile), las guitarras de Huelva y Madrid. Cuatro gitanos y dos payicos. ¡Agua!
Y que esta época se conozca vulgarmente como ópera flamenca, cajón de sastre de todo lo molesto (a pesar de que el primer espectáculo con tal nombre fue en 1927), Edad de Oro la vengo llamando (1909-1936), tras los cafés (1864-1908), la era de los alquimistas** (1826-1864) y la pre-flamenca (1750-1826). Guerra y posguerra, qué sino (1936-1956); La novela (1956-1973) y La dictadura del soniquete (1973-2014).
* Esta gacetilla ha sido citada hace unos meses por Ángeles Cruzado en su blog Flamencas por derecho, en una entrada dedicada a Luisa Ramos Antúnez La Pompi, hermana de El Gloria.
** Supieron fundir el cante con la guitarra adoptando el modo flamenco y el compás alterno binario-ternario (soleá) y su anverso ternario-binario (seguiriya). Después vino el tango. Momá seguidilla bolera, y sus hermanos jota y fandango, todo bien jaleado.