Veracruz |
Ya nos referimos a los sones jarochos en una entrada que parece inspirada por éste fragmento de un artículo anónimo de costumbres y trajes nacionales
La Jarochita, El museo mexicano 1844, p. 249 |
Sones españoles, del interior y propios descompuestos a su antojo (como hacemos todos). Ahí está otra vez la guanábana, y ¡mira la bamba! y el tapatío, juntitos todos en El museo mexicano de 1844.
México, la Nueva España, y Perú, tierra firme, aportaron zarabandas*, chaconas**, fandangos, jarabes, sones jarochos, proporcionando compás y armonía para acompañar el cante que duele. Este proceso de siglos llevó consigo una ralentización notable del aire original, más orientado a la monodia cantable que al baile. Y no hay que estar muy ducho para afirmar que, si el fandango del XVIII (menor y bailable) tiene mucho de indiano, también lo tendrán las cientos de variaciones que sirvieron de soporte armónico-rítmico nada menos que a soleares y seguiriyas.
Puerto de El Callao, Perú |
Creo que en hispanoamérica está anclada una buena porción de la tradición de acompañar a lo barbero (técnicas de pulgar y rasgueo). No hay más que ver las alzapúas del tres o la bandola venezolana. Por no hablar de la mano izquierda***.
La Habana |
Cuando Estébanez Calderón afirmó que 'En vano es que de las Indias lleguen a Cádiz nuevos cantares y bailes de distinta, aunque siempre de sabrosa y lasciva prosapia; jamás se aclimatarán si antes, pasando por Sevilla, no dejan en vil sedimento lo demasiado torpe y lo muy fastidioso y monótono a fuerza de ser exagerado', la flamencología lo tomó al pie de la letra.
Bahía de Cádiz |
Llevan los neoflamencos medio siglo introduciendo en su música instrumentos de la más diversa procedencia, preferentemente norteamericanos, norteafricanos, árabes e indios. Pero el que se ha colado sin enterarnos casi ha sido el cajón peruano. O el tres cubano de Raúl Rodríguez. ¿Por qué será?
Puerto de Sevilla |
Llevo años estudiando el vil sedimento al que se refiere El Solitario. En 1989 llegué diciendo que el flamenco es un género de ida y vuelta y me llamaron de todo****. Un cuarto siglo después empieza a asomar, tímidamente, cierta apertura hacia lo americano como algo más que la linda mulata bailando el tumbao de un tambor, entelequia que naturalmente lo sitúa lejos de la gravedad jonda. Y eso que Jonduras está en Centroamérica.
* Panamá 1539
** Algunos la hacen peruana, digamos mejor potosiana. Así lo cantó Lope de Vega en El amante agradecido (1602):
Vida bona, vida bona
y esta vieja es la chacona
de las Indias a Sevilla
ha llegado con la posta
*** que del zapateo ya hablé y me cayeron encima. Ni hablar del cajón peruano comparándolo, por ejemplo, con el sitar.
**** Cádiz y La Habana como puertos de transculturación. Actas del Congreso de Musicología Ibérica. Lisboa, Junio 1989.
Ha sido una suerte ser testigos presenciales de la aparición de las "mesitas de noche" (cajón, dixit ortodoxia flamenca). Otros tendrán que recurrir a libros; nosotros se lo vimos a Paco y a Rubén y comprobamos que el flamenco llevaba siglo y pico esperando el soniquete de madera de caoba y palo de Campeche. Muy acertada tu entrada sobre la América Morena, que diría Quiñones. Un abrazo.
ResponderEliminarA Rubem se lo debemos, a Manuel Soler y Antonio Carmona, pioneros. A los hijos del Portugués y al Negro que regresó a su Venezuela después de dejarnos boquiabiertos con su técnica de otro mundo.
EliminarMucho hay por indagar. Desde 1493, 520 años de nada. La perspectiva atlántica y colonial de la cultura europea será de obligado análisis en este siglo, más allá de las conclusiones de J.H. Elliot y otros avanzados de la historiografía. Un abrazo
Hay un tercero en discordia ortográfica: Rubens, el pintor (momento coña). Seguro que todos esos fueron decisivos, pero si Paco no se fija, hoy no hay cajón. De cajón.
ResponderEliminarUn abrazo.