José Luis es un maestro para todos los que nos dedicamos a la investigación de esta música tan nuestra. Parió la Bienal de Sevilla y es autor de obras imprescindibles de la ciencia flamenca. Siempre tuvo tiempo para indagar en el pasado para trazar una historia más creíble de la llamémosla 'oficial'. En 1991 publicó '¿Se sabe algo?, un estudio pionero, acerca de la huella de lo flamenco en la prensa sevillana del siglo XIX. Reveló importantes nombres y hechos que hoy circulan en los escritos de la flamencología. Y como estos días va de la Pepa Vargas, ahí va una extensa noticia dedicada a la bailaora gaditana, extraída de 'Tremendo Asombro'. Gracias maestro.
PRENSA 10 de Marzo de 1850
Buena Noticia Teatral
Buena Noticia Teatral
Recorriendo
los periódicos de la Corte, hallamos en el titulado El Clamor el siguiente parrafillo que creemos ha de ser leído con
mucho gusto por cuantos entre nosotros aman el teatro nacional.
“La
Vargas y Dardalla.- Parece indudable que se han hecho proposiciones a la
Sra. Vargas y al Sr. Dardalla por un comisionado del Teatro
de La Habana y que aquellos artistas las han aceptado; por lo tanto si no
ocurre ningún incidente que altere lo convenido es muy de temer que los
asistentes al teatro de la calle de Las Urosas tengan que renunciar muy pronto
a las ilusiones del Polo del Contrabandista y a las gracias jitanescas del Tío
Macaco.”
Esto dice El
Clamor y la misma noticia hallamos en el periódico titulado La Época quien además nos da los
siguientes apuntes biográficos de la célebre bolera, hoy una de las tres más
notables de la Península.
“La
Vargas que se ha hecho un nombre célebre entre las bailarinas españolas
nació en Cádiz en el año de 1828. A los 11 años de edad bailaba ya con tal
gracia y perfección que fue contratada para los teatros de Gibraltar y de
Algeciras, y al siguiente año la fama de sus alados pies la llevó a los teatros
de Cádiz y Sevilla, donde alternó dignamente con las primeras bailarinas.
Desde Cádiz, que había sido en aquel
año el último punto de su residencia pasó a Santiago y a Vigo, y en 1843 fue ya
contratada para el Teatro de Zaragoza. Pasó de aquí a Barcelona, donde se la
ajustó de Primera Bailarina en el Teatro Principal, dándose ya a conocer como
artista de más aspiraciones en los difíciles y conocidos bailes de la Mutta
di Portici y de Roberto, en que los aragoneses (sic) la aplaudieron con entusiasmo.
De Barcelona pasó La Vargas a Valencia con el
carácter de Primera Bailarina, y allí permaneció las dos temporadas de 1847 y
48. Por entonces llegó también a aquel teatro la inolvidable Guy Stefan y La Vargas ocupó un lugar distinguido cerca de ella, formando un
vistoso contraste su gracejo y donaire para los Bailes Nacionales, con la
delicadez y sentimentalismo de la Guy.”
Hasta aquí los periódicos de Madrid que
hemos citado. Nosotros debemos añadir que nada se sospechaba en La Habana de
semejante ajuste. Pero si son ciertos, si efectivamente llegasen pronto entre
nosotros la bolera Sra. Vargas y el
actor de carácter andaluz Sr. Dardalla, no podríamos menos de elogiar
el pensamiento de cualquiera que los hubiera mandado a ajustar en Madrid para
trabajar en La Habana, porque ambos tendrían un éxito loco ante nuestro
público.
La Sra. Vargas, joven, bonita, andaluza y llena de gracia, según la
prensa madrileña en general, es la rival de La Nena y de Petra Cámara, que
componen la célebre trinidad que ha estado a pique de dar al traste con el
juicio de los madrileños alegres de cascos.
La Sra. Vargas es una notabilidad como
bailarina, posee mil encantos reconocidos por cuantos la han visto una sola
vez; tiene un numeroso y rico equipaje y ha logrado llamar la atención del
público madrileño, entusiasmándole, lo que ya es en verdad un poco difícil y
más tratándose de bailes nacionales en
que tanto y tan bueno se ha visto.
¿Cómo pues será recibida en La Habana
la Pepita Vargas si se decide a
pasar el charco y aparece en nuestro Gran Teatro con toa su sal y salero y su ángel y su retrechería
andaluza, y sus guardapiés con
encajes, y sus guiños y su aire de taco?
¿Qué explosión no causaría entre tanto
desdichado hijo de Adán, que se muere de purísimo gusto ante el donaire andaluz y las vueltas,
traspieses y revoleos de una macarena e Sevilla?
Respecto al Sr. Dardalla, sabido es que
en la actualidad está respetado en Madrid como el primer actor, como el actor
cómico para las piezas andaluzas, por
su gracia, por su naturalidad, por su rumbo, por su modo de manejar aquel
lenguaje todo malicia, exageración y salero.
Todos los autores de juguetes andaluces han escrito para el
Sr. Dardalla, y él solo ha sostenido el interés del público en el teatro cuando
se conocía que estaba próximo a decaer. Por tanto el éxito que un actor de carácter andaluz como el Sr. Dardalla
consiguiera en La Habana, sería inmenso. Recuérdese el gusto con que siempre se
ha recibido al Sr. Ruiz en esas
piecesitas sui géneris, recuérdese cuanto se ha gozado con su gracia, cómo se
le ha aplaudido, cómo se le ha deseado, cómo se ha conocido en lo numeroso de
la concurrencia la noche que se ofreció una piecesita andaluza, la satisfacción con que el público le acogía.
Indudablemente la venida a La Habana de
la Vargas y de Dardalla sería muy beneficiosa para ellos y para quien los
hubiera contratado, porque el público acudiría entusiasmado a hacerles
justicia. Por lo demás dudamos mucho que salga cierta tal noticia, porque poco
a poco se van pasando revista a casi todas nuestras notabilidades artísticas,
diciéndose que escriben, que se ajustan, que proyectan, que vienen... y el
resultado será que todos se quedarán en su Madrid y nosotros en La Habana con
lo que buenamente pueda recoger y reunir
en la isla el señor Argente. Se ha dicho que acaso vendrían a La Habana
los artistas siguientes: Matilde Díez, Pepita Palma, la señora Samaniego,
Isabel García Luna, Pepita Vargas, Pepe Valero, Julián Romea, García Luna,
Dardalla, Florencio Romea...
Véase pues si eso es algo y más que
algo. Excepto el señor Latorre, el señor Arjona y el señor Guzmán, ahí está la
flor y nata de nuestros artistas dramáticos, con que si tal saca se hacía de
los teatros de Madrid para el de La Habana, en verdad no quedarían muy contento
que digamos los señores cortesanos. Desgraciadamente lo más fácil es que
después de soñar con tanto lleguemos a despertar sin ninguno.
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