Hace tiempo que quiero escribir sobre un cantaor que encuentro con cierta frecuencia en los papeles. Ora en Cádiz, ora en Madrid, en Valencia, en Barcelona, siempre a la vera de José María Dardalla, primer actor del género gitanesco mediado el siglo XIX. A Dardalla habría que dedicarle un libro*, se menciona de pasada en algunas publicaciones y que yo sepa no se ha acometido un trabajo sistemático sobre su persona. Le dedicaremos pronto una entrada más extensa.
Como decía a la vera de Dardalla suele aparecer un cómico, igualmente especializado en papeles de gitano, con su habla falsa, teatral, reinventada, cantando acompañándose con la guitarra. Actor, cantador y tocador al menos entre 1843 y 1867, ahí es ná, apareciendo en los programas y carteles de diversos teatros españoles: don Francisco Pardo.
Lo encontramos primero en Madrid en el Teatro del Príncipe junto a Dardalla en la temporada 1843/1844, año en que aparece en Cádiz en el Teatro del Balón, hasta 1847 (siempre junto a Dardalla con quien regresará a la Tacita en 1848). Canta entre otras 'las boleras del jarabe americano', la linda canción 'la malagueña', las 'boleras jaleadas de la Cirila', la Serrana o el tango americano.
Francisco Pardo regresa a Madrid en la temporada de 1847 como segundo actor jocoso (el primero era Dardalla), junto a Juan y Manuel Guerrero, boleros de la compañía, compañeros de viaje durante dos décadas. Comparte escenario con Lázaro Quintana en su visita a la capital en 1848, de quien probablemente aprendió la liviana.
En la temporada de verano de 1848 realiza una gira andaluza camino de Cádiz con exitosas paradas en Écija, Córdoba Sevilla, Sanlúcar y el Puerto de Santa María (al parecer hicieron los gaditanos entonces una litografía a Dardalla que buscaremos).
En Valencia y Barcelona darán numerosas funciones entre 1850 y 1857. En Barcelona cantará el Tango de la mamita o el zapateado de Cádiz a la guitarra o las sevillanas.

A partir de esos años deja de aparecer con la frecuencia anterior en los teatros por lo que suponemos que pasaría al café cantante, probablemente el Circo de Paul, donde según Blas Vega actuó Dardalla y su troupe en 1855. Sito en la calle del Barquillo el local pasaría a llamarse a partir de 1873 Café de la Bolsa, el popular café cantante.

Nunca más se supo, pero en el Afinador de Noticias hemos querido recordarlo y rendirle un modesto homenaje a quien hizo las delicias del público durante veinte años ininterrumpidos. Poco sabemos de su actividad fuera de los teatros (Paul) si bien viviendo en el Madrid de los cincuenta y sesenta, debió de ser notable. Seguiremos indagando mientras preparamos otro recuerdo a su compadre José María Dardalla, haremos lo propio con Guerrero. De la Vargas, la Nena Perea y la Nena así como de Petra Cámara ya hay diversas investigaciones. Aun restan otros muchos que, como ocurrió durante el siglo XVIII en los mismos teatros (La Cruz y Príncipe) supieron añadir sus ingredientes en el puchero donde se coció nuestro flamenco. No era condición tener los calzones rotos para poder contribuir a su formación, en música y baile, logrando el género mestizo por excelencia. Lo racial para otros género musicales, ¿pero el flamenco? no hay música de fusión más sofisticada.
Saludos y gracias por los comentarios que, aunque escasos, alegran mucho.
* En una historia de la zarzuela editada en Francia en 2003 se hace un seguimiento bastante profundo sobre Dardalla: Les origines du teatre lirique national en Espagne, 1832-1851 escrito por Antoine Le Duc.