crónicas flamencas en la prensa de siglos pasados

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domingo, 10 de enero de 2010

Carta de Alejandro Dumas padre sobre su amiga la bailaora Petra Cámara

1 comentario:
Si fue grande el talento de Alejandro Dumas como escritor, no fue menor la admiración que profesaba hacia la sevillana Petra Cámara en particular y hacia al baile español en general. Así lo dejó escrito en esta carta echando piropos sin cesar. En verdad no sé si a don Alejandro le gustaba más su baile o su bamboleo, sin embargo nótese cómo describe el acento flamencón de las andaluzas cuando bailan. Y lo que piensa de los ballets de la ópera, ¡y de las bailarinas francesas! No lo dude, lealo que tiene miga.
Se publicó en septiembre de 1853 en el diario gaditano El Nacional transcribiendo la que Dumas envió La Independencia de Bruselas.
El célebre novelista francés Alejandro Dumas ha dirigido a la Independencia Belga una carta en la cual habla de la aplaudida bailarina española Petra Cámara, en los términos siguientes:
'La Petra Cámara, dice Alejandro Dumas en esta carta, es una de mis antiguas y excelentes amigas, una de tantas entre la multitud de antiguas amigas de veinte y dos años que conozco hace un lustro. Este tiempo hace justamente que conocí a la Petra: tenía entonces diez y siete años. Era el colibrí más adorable que podía haber desde Ceylan a Cachemira, el pájaro del Paraíso más encantador que podía encontrarse desde Bombay a Chandernagor. Ved sus ojos, ved sus pies, admirad su cuerpo, y cuando hayáis visto todo eso, dudad como Santo Tomás y sobre todos procurad tocarlo.
“Pero desgraciadamente la Petra es impalpable. Ella me ha inspirado una loca pasión por el baile; que los bailetes de la ópera jamás me hicieron sospechar siquiera. Los bailes españoles son poemas completos, ejecutados no solamente con las piernas sino con los ojos, con los brazos, con los labios, con las manos, con los pies, con todo el cuerpo. Conocí en Sevilla tres criaturas, que yo llamaría tres ángeles, si por lo lindas no me hubieran parecido tres demonios capaces de dar al traste con toda la austeridad de San Antonio Abad. Estas fueron Petra, Anita y Carmen. Jamás trinidad alguna tuvo sus fervientes adoradores. Sus ojos y sus pies eran como nunca los he visto en parte alguna. Todas las comparaciones que puedo hacer son pálidas y descoloridas. Al lado de estos ojos, las estrellas parecen oscuras, los brillantes pálidos, los diamantes opacos. De los pies de las andaluzas solo diré que no hay iguales en el mundo.
El baile español es arrebatador y Petra raya en lo maravilloso. El Ole sobre todo no es un baile, ni petra una bailarina como aquí las comprendemos. Yo no conozco nada más triste que nuestras bailarinas francesas que se mueven con visible fatiga, no obstante la eterna sonrisa, prendida como con alfileres en los dos ángulos de su boca. Estas no danzas sino con las piernas, y alguna vez por casualidad, con los brazos; pero en España es muy diferente, el baile es un placer por el baile mismo. Las bailarinas españolas bailan con todo el cuerpo: la cabeza, los ojos, el cuello, el pecho, los brazos, las caderas, todo acompaña y completa el movimiento de las piernas.
La bailarina española piafa, bate los pies, relincha como un caballo ardoroso, brama como un tigre, ruge como una leona. Se aproxima al hombre, se aleja, vuelve a aproximarse, e comunica ese fluido magnético que arroja a torrentes de su cuerpo, enardecido por la pasión. Los bailarines a su vez participan de la fiebre del baile, la comparten con ellas, tiemblan, se estremecen, rugen y hacen partícipes de su fuego a los espectadores, que a su vez les comunican esos gritos, esos bravos y esos aplausos que les embriagan y esa llama que los quema'.
Todo esto y más que esto le inspira a Dumas el Ole, el Vito y el Fandango bailado por nuestra Petra Cámara. Pero el célebre novelista no se ha limitado elogiar en los periódicos la gracia española simbolizada por la Cámara: ha hecho más, la ha obsequiado en su casa con un espléndida cena.
Pocos antes de salir para Bélgica los bailarines españoles, a las once de la noche, un gran número de artistas, de literatos y de lindas mujeres, amigas de novelistas, llenaban el gran salón del piso bajo, que preparado para la recepción, presentaba un punto de vista deslumbrador. Sobre su tapicería granate, suspendida ligeramente acá y allá por gruesos clavos dorados, se destacaban, también de oro, todo en derredor, las más bellas estatuas de la Edad Media, las obras de la fantasía moderna, mientras que sobre la gran chimenea, al lado de un antiguo reloj de bronces, de cinco pies de altura, se elevan dos vasos de china llenos de hojas y flores, con que parecían brindar a la gran Venus de Milo, que blanca y serena dominaba a todas las estatuas.
Entre la colgadura granate destacaban cuadros magníficos y los retratos de Chateaubriand, Lamartine, Victor-Hugo y Nodier. Todo esto embellecido por mil adornos, como vasos de Bohemia, cristales y porcelanas, divanes argelinos, sillones esculpidos, espejos y grandes jarrones llenos de plantas y de flores.
A las once y media llegaron los bailarines españoles. Venían a su cabeza la Petra Cámara y su hermana Ana con Guerrero; la Petra, más linda y más joven que en el teatro; Ana el tipo admirable de siempre, de mezcla de raza andaluza y árabe; Guerrero con su genio tan vivo como su danza. Fueron acogidos con bravos y aplausos, y el dueño de la casa, usando de su privilegio, besó la mano a Petra.
Representose ell nuevo vaudeville “La familia improvisada” en que Mounier, su autor, representa cinco caracteres. Concluida la comedia bajaron los convidados al jardín de invierno que el poeta había hecho adornar lindamente. Figuraos una ligera nave de cristal, tapizada de enredaderas de plantas tropicales, de flores exóticas con pájaros y ruiseñores revoloteando en derredor, y a través de todo esto lámparas magníficas, candelabros derramando su luz entre los arbustos, en una palabra, bajo este foco de luz y de verdura un verdadero festín de Baltasar.
La cena estaba dispuesta para sesenta personas. La larga mesa llenaba el jardín, y llenaba hasta el vestíbulo adornado de linternas chinescas y de vasos del Japón. Los convidados, no obstante ser expresados solo sesenta, pasaban de ciento. Dumas siempre tiene abierta su casa y su mesa para todos sus amigos. Había sentadas a la mesa damas belgas, francesas y españolas. Las viandas de todas clases, los pasteles, los pescados, los melones, los platos de frutas circulaban por todas partes con una profusión solo igual a la de las Bodas de Camacho. Los vinos del Rhin escoltaban a las ostras de Ostende, el Beaune a los pasteles de Amiens, las pasas de Málaga, las naranjas de Valencia estaban allí con el Jerez, el Valdepeñas, Rota y Pajarete.
La Petra se sentó a la derecha de Mr. Dumas, se sucedieron los brindis sin interrupción, y terminó la fiesta con todo el repertorio de los bailes españoles por la Petra Cámara y Guerrero. Eran las tres y media de la madrugada y se bailaba todavía. La madre de Petra, cansada por el efecto de sus años, y por lo largo de la noche, se levantó para marcharse con sus hijas, y esta fue la señal de la dispersión de todos los convidados.
En tanto que es objeto la Petra Cámara de todas estas ovaciones en Bélgica y en Francia, la Nena [1] conquista no menores triunfos en París.


[1] Se refiere a la Nena Perea, a la que traeremos aquí en breve. Salud y comentarios.