crónicas flamencas en la prensa de siglos pasados

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viernes, 3 de julio de 2015

Cante y guitarra, el milagro de la fusión

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Escribir de música no es tarea fácil. Más aun si el lector no tiene nada más (y nada menos) que el oído; pero ni idea de tonalidades, acordes, melismas y otros palabros que son asunto de la musicología. ¿Cómo explicar entonces la interacción entre cante y guitarra?

La melodía del cante flamenco no es temperada, no divide la octava en semitonos exactos, como el piano, la guitarra y buena parte de los instrumentos musicales de Occidente. De ahí la importancia de la alquimia producida entre el cante y la guitarra en el flamenco, al lograr fundir en 'perfecta armonía' ambos 'instrumentos'.

El acorde tiene, preferentemente, tres notas básicas, la fundamental (en LA flamenco, por medio, el LA), la tercera (DO#) y la quinta (MI). Es decir, mientras la melodía del cante descanse sobre una de esas tres notas el resultado será 'consonante', y así con todos los acordes.

A esto hay que añadir que el toque flamenco incluye muchas otras notas a esos acordes principales, aumentando las posibilidades de armonizar la melodía, debido sobre todo a la tendencia de los guitarristas flamencos a dejar cuerdas al aire. Hecho que asombró al mismo Debussy y, por supuesto, al gran Albéniz.

Esto significa que los guitarristas tienen la opción de pisar diferentes acordes en determinados momentos del cante. Algo que debemos de tener muy en cuenta a la hora de clasificar los estilos. Dependiendo de qué versión escuchemos la armonía de la guitarra es distinta y en algunos casos transforma totalmente el resultado original. ¿Esto es evolución o involución? Considero el repertorio antiguo como la música clásica que es, no inalterable pero sí fiel a las versiones más contundentes de los creadores y recreadores de referencia.

Hoy que la guitarra no se está quieta, y armoniza en modo bossa-nova cada tono del cante, vivimos una etapa que transforma cada día el espíritu original de los estilos, en algunos casos enriqueciendo, como cuando Pepe, Juan Manuel o Rafael acompañan a Enrique, en otros casos violentando el género flamenco.

La armonización que la guitarra hace de los cantes debe cuidar la esencia melódica, dejar que el cantaor se apoye para acometer esos dificilísimos tercios con los que está construida esta música que llamamos flamenco. No todo vale en la guitarra, ya que a estas alturas de siglo tenemos el oído acostumbrado a cualquier cosa y si el acompañante no tiene el gusto afinado el resultado es pa llorar.

Ruego desde aquí a los cantaores que exijan a sus acompañantes el cuidado de la melodía que, al fin y al cabo, es la esencia de esta música. No sé si me explico.